R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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viernes, 24 de junio de 2016

Dios prometió un solo Pastor para apacentar su grey.




 

Sexta. Es verdad de fe que el papa tiene potestad plena sobre todos; por lo cual dijo Cristo a Pedro: Cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, u cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos (Mt. XVI, 19). Si hubiera dos papas a la vez, o el uno tendría más potestad que el otro, o no. Si uno no tuviera más potestad que el otro, ninguno de los dos sería papa, porque el papa tiene potestad sobre todos, como queda dicho. Si la tuviera, el inferior no sería papa. Así prometió el Señor, hablando por Ezequiel: Yo salvaré a mi grey, y no será jamás presa de las gentes; suscitaré para ella un pastor único, que la apacentará (Ez. XXXIV, 28 y 31). Por todas estas razones aparece claro que no es lícito creer que los dos elegidos en cuestión son verdaderos papas. Por consiguiente, yerran muy gravemente quienes, con el afán de obtener gracias y dispensas, o por alcanzar cualquier clase de privilegios, acuden a uno y otro, reverenciándolos como papas auténticos. Pues siendo cierto que no pueden ser papas los dos, sino que uno de ellos es apostático y antipapa, es evidente que quienes en sus súplicas reverencian a los dos como tales, no escapan a las penas y maldiciones prescritas en aquel canon del Decreto que comienza: En el nombre del Señor... (J. Gratianus, Decretum (Concordantia discordantium canonum) 1, dist. 23, e. 1 : 44 In nomine Domini"). Y nadie puede ser excusado en esto por ignorancia, como se verá en lo que sigue.
 
 
CAPITULO III

En el que se declara ser muy peligroso para el alma cristiana adherirse como a papa al que no lo es, y apartarse, aunque sea por ignorancia, del verdadero.


Sobre la tercera cuestión, digo que para todos los cristianos a quienes ha llegado debidamente la notificación de los cardenales acerca de los dos elegidos, sin duda alguna, es muy peligroso y condenable obedecer como papa al que no lo es, apartándose del verdadero, aunque sea por ignorancia. Esto se prueba por muchas razones.
Primera. Porque, los que tal hacen pecan gravemente contra dos preceptos divinos, pues apartándose del papa verdadero y no tributándole el honor debido, quebrantan el primer precepto de la segunda tabla: Honra a tu padre y a tu madre... El papa legítimo es padre universal de los cristianos, y la Iglesia es la madre. Además, prestando obediencia a uno que no es papa y tributándole honores papales, se quebranta el primer precepto de la primera tabla, en el cual se ordena: No adores a dios extranjero, ni ídolo, ni estatua, ni semejanza alguna del cielo. ¿Qué otra cosa es el falso papa sino un dios extranjero en este mundo, un ídolo, una estatua, una imagen ficticia de Cristo? Es evidente, pues, que es muy peligroso para cualquier alma cristiana quebrantar, aunque sea por ignorancia, los dos preceptos divinos señalados.
Segunda. Dice Santo Tomás que la ignorancia excusa de pecado solamente cuando es invencible, o cuando se ignora lo que no hay obligación de saber (1-2, q. 76, a. 3). Es manifiesto que la ignorancia sobre el verdadero papa no es invencible, y esto por dos capítulos:
a) Porque, tratándose de hechos de fe, ya que de esta cuestión depende un artículo de la fe, como se probará en el capítulo siguiente, está claro que si el hombre hace lo que está de su parte, es seguro que la divina clemencia le infundirá la luz de la fe, como dice San Agustín, comentando el evangelio de San Juan (In Jo. c. 14 ). Y el Señor dijo: Pedid, y recibiréis; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca halla, y a quien llama se le abre (Mt. VI, 7; Lc. XI, 9-10).
b) Porque, presupuestos los fundamentos de la fe cristiana, todos pueden llegar fácilmente al conocimiento del verdadero papa, como se declarará en la segunda parte. Pues desconociendo al verdadero papa, indudablemente se ignora algo que todo fiel debe saber, porque así como el pastor de los cristianos debe conocer sus propias ovejas para encaminarlas y custodiarlas, según aquello de los Proverbios: Reconoce con atención las cabezas de tu grey y cuida de tus rebaños (Prov. XXXVII, 23), del mismo modo, todas las ovejas de Cristo han de conocer a su propio pastor, para escucharlo y seguirlo, Y así dice: El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, es ladrón y salteador; pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y llama a sus ovejas por su nombre y las saca afuera; y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; mas no siguen al extraño, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños (Jo. X, 1-5).
Tercera. Según Santo Tomás, la ley general, o el precepto general de los superiores, obliga a todos después que se ha promulgado públicamente, y desde entonces nadie puede excusarse de observarla por ignorancia (1-2, q. 90, a. 4). Por eso se dice en el Decreto: Las leyes se establecen cuando son promulgadas (J. Gratianus, Decretum, I, dist, 4, c 3: "in istis temporalibus"). Pues bien: consta que la elección del verdadero papa, sea quien sea, hecha por los cardenales, ha sido promulgada por todo el mundo: Su clamor subió por toda la tierra, y sus palabras llegan a los confines del orbe de la tierra, como dice el Salmo (Ps XVIII, 5). Luego es evidente que en este caso no nos excusa ignorancia alguna. No puede decirse que la vana promulgación de los cardenales, o las muchas opiniones de los doctores sobre el papado, ó cualquier otra causa, nos den ocasión para ignorar o dudar lícitamente, como probaré más claramente en la segunda parte.
Cuarta. Se dice generalmente, y con acierto, que en la actualidad, por causa de la doble elección de papa, hay un cisma en la Iglesia, o mejor, hay separación cismática de la Iglesia. Si existe el cisma, es necesario que haya cismáticos, que no son precisamente los que obedecen al papa verdadero, sino los que obedecen al falso cual si fuera legítimo. La ignorancia no excusa a los cismáticos, porque, según San Pablo: Si alguno lo desconoce, será él desconocido (1 Cor. XIV, 38,). San Ambrosio, comentando la carta a los Romanos, dice: Si tienes ignorancia, pecas gravemente (C, II). Luego está claro nuestro primer propósito.
Con todo, hay que notar que en este género de ignorancia no todos pecan del mismo modo. Cuanto más excelentes son los hombres en ciencia o en algún oficio y grado, tanto mayor es su pecado de ignorancia. Y a causa de la misma ignorancia, cuanto más se adhieren al falso papa, defendiéndolo, honrándolo o predicándolo como papa; y más se apartan del verdadero, impugnándolo, blasfemando contra él y seduciendo a los demás, tanto más gravemente pecan. Y quienes conociendo la verdad no comulgan con ella, sino que prefieren permanecer en su ignorancia mientras dura el cisma presente, con el fin de alcanzar bienes temporales y recibir réditos eclesiásticos o cosas semejantes, pecan mucho más que aquellos otros que desconocen la verdad por pura negligencia. Sin embargo, todos los que sufren ignorancia obedeciendo al falso papa y apartándose del verdadero, pecan mortalmente, exponiéndose por ello a un gran peligro, porque quebrantan el precepto divino y quedan excomulgados, según el derecho, automáticamente.

CAPITULO IV

En el que se declara que no basta, para la fe necesaria en la Iglesia de Dios, creer bajo condición e indeterminadamente en el verdadero papa


Acerca de la cuestión cuarta hay que notar con diligencia que, según el derecho y según nuestra fe, como queda apuntado en el capítulo I, aunque haya muchas iglesias particulares en este mundo, sin embargo, una es la Iglesia universal de todos los fieles de Cristo, la cual es cabeza y rectora de las demás iglesias particulares: la Iglesia romana, sobre la que recae un artículo de fe: "Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica".
A pesar de ello, algunos ingenuos yerran en la interpretación del vocablo Iglesia, que quiere decir congregación o reunión de los fieles. Y se imaginan que la Iglesia universal, a la que se refiere el artículo de fe, es la reunión de todos los fieles cristianos, agrupados bajo la fe de Cristo, y que la Iglesia romana es la cabeza de esta Iglesia universal, De este modo distinguen entre la Iglesia universal y la Iglesia romana. Pero se equivocan en esto, pues toman la palabra agrupación en un sentido exclusivamente pasivo, es decir, la multitud de los cristianos congregada o reunida. Y, por el contrario, según todos los intérpretes, esta convocación o reunión de todos los fieles debe tomarse también en sentido activo, porque reúne y congrega entre sí a todos los fieles del universo. Y esta es la Iglesia romana, a saber: el colegio apostólico, constituido por el papa y los cardenales. Dondequiera que estén, cualesquiera que sean, tantos como fueren, todos los fieles cristianos forman con ellos una única Iglesia universal. Por lo cual, San Jerónimo, en la Carta a Evangelo presbítero, dice: No puede creerse que una es la Iglesia de Roma y otra la de todo el orbe. Las Galias, Bretaña, Africa, Persia, el Oriente y la India y todas, las naciones bárbaras adoran al mismo Cristo, observan la misma norma de verdad. Si se quiere una razón diré que el orbe es mayor que la Urbe, y dondequiera que haya un obispo, sea en Roma, en Augubio, en Constantinopla o en Tana (Numidia), tiene el mismo mérito, el mismo poder sacerdotal. Ni la magnitud de las riquezas, ni la pequeñez de la pobreza, le hacen mayor o menor, pues todos son sucesores de los Apóstoles.
Esto presupuesto, es manifiesto que, teniendo los dos elegidos su colegio cardenalicio —si es que todos pueden llamarse cardenales—, el que es indiferente y duda cuál de los dos es el verdadero papa, es también indiferente y duda de la verdadera Iglesia de Cristo, esto es, del verdadero colegio apostólico, pues la Iglesia romana y apostólica no puede ser conocida si se desconoce el verdadero papa, y viceversa. Por tanto, respondiendo a la cuestión, digo que en nuestro caso no es suficiente, para salvar la fe que hemos de tener en la Iglesia de Cristo, creer bajo condición e indeterminadamente en el verdadero papa, del mismo modo que no basta creer condicional e indeterminadamente en la Iglesia, Y esto por las razones siguientes:
Primera. Creer condicionalmente y sin determinación los artículos de la fe —v. gr., creer una cosa..., si es así; o decir que, en general, se cree todo lo que es verdadero— no basta al fiel cristiano porque tal creencia no procede de la fe, ya que, como dice Santo Tomás, la fe cristiana tiene máxima certeza, y no admite duda alguna acerca de su objeto (2-2, q 4, a. 8). Ahora bien, ya se dijo que creer en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, es un artículo de fe. Por consiguiente, no basta al fiel cristiano la credulidad condicional e indeterminada en la Iglesia y, por tanto, en el verdadero papa, porque una cosa conlleva la otra, como queda dicho.
Segunda. Si dicha credulidad indeterminada y condicional bastara al fiel cristiano, se seguiría de aquí que los griegos y otros cismáticos tendrían fe suficiente en la Iglesia de Cristo, porque todos ellos tienen tal credulidad condicional e indeterminada en la Iglesia. Es más: cualquier hombre concederá con gusto todas las falsedades y absurdos, suponiendo que sean verdaderos. Sin embargo, consta que los cismáticos no creen debidamente en la Iglesia católica, y por ello se llaman cismáticos, esto es, desgajados y separados de la Iglesia, porque no creen en la Iglesia romana. Así escribe San Mateo: Quien desoye a la Iglesia, sea para ti como gentil o publicano (Mt. XVIII, 17), esto es, como gentil, pagano e infiel, según expone San Agustín. Por consiguiente, queda en firme lo que decíamos antes.
Tercera. Según los sagrados doctores, la fe católica dirige suficientemente al hombre en sus acciones, especialmente en lo que se refiere al cumplimiento de los preceptos de la ley, cuya obediencia es necesaria para salvarse. Por eso dice San Pablo: La fe obra actuada por la caridad (Gal. V, 6). Y Santiago: La Fe sin obras está muerta (Jac. II, 17). Pues bien, la fe condicional e indeterminada en el papa verdadero no dirige suficientemente al hombre en sus obras, sino que lo deja perplejo. Pongo por caso que ambos electos ordenen simultáneamente a cierto individuo indiferente e indeterminado, residente en Valencia, algunos preceptos contrarios e incompatibles: por ejemplo, uno le manda que el primer día de cuaresma emprenda el camino de Santiago, y el otro le manda que el mismo día se ponga en camino hacia Roma, u otros preceptos incompatibles. O supongamos que definan bajo anatema cosas contrarias en materias de fe. Entonces, una de dos: o no obedece a ninguno, u obedece a uno solo, ya que nadie puede servir a dos señores disidentes entre sí, según comenta la Glosa interlineal. O bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose a uno, menospreciará al otro, como leemos en San Mateo (VI, 24). Si a ninguno obedece y permanece en la duda, está claro que dicha credulidad no le guía suficientemente en la observancia de los preceptos divinos, pues se dice en la carta a los Hebreos: Obedeced a vuestros pastores (Hebr. XIII, 17). Si con duda e indeterminación obedece a uno solo, sea el que sea, entonces peca gravemente, exponiéndose a gran peligro. Por el contrario, dice la Sabiduría: Los que me sirven no pecarán (Eccli. XXIV, 30).
Si alguien dijera que estas razones valen cuando la Iglesia universal ha determinado quién es el papa legítimo, le diré que esto mismo ocurre en nuestro caso, y no hay que esperar de la Iglesia mayor determinación acerca del verdadero papa, como se verá claramente en la segunda parte.
CAPITULO V

En el que se declara que es necesario determinarse por el verdadero papa, mientras dura este cisma.


Respecto a la quinta cuestión, hay que afirmar llanamente, según lo expuesto, que es necesario para la salvación determinarse en la creencia del papa verdadero, para todos aquellos a quienes llegó debidamente la notificación de los cardenales sobre el papado. Lo cual se prueba por las siguientes razones:
Primera. Según el maestro de las Sentencias, "a todos los hombres es necesario para su salvación creer los artículos de la fe contenidos en el Símbolo" (III Sent., d. 25). Por eso dice San Pablo: La caridad todo lo cree (1 Cor., XIII, 6), es decir, todo lo que la verdad aconseja, según la Glosa. Mas para salvar el artículo de fe sobre la Iglesia, a la que todos hemos de creer y obedecer, no basta la credulidad condicional e indeterminada sobre el verdadero papa, como se dijo en el capítulo precedente. Luego es necesario para la salvación determinarse a creer en el papa verdadero.


Nota: Solo resta decir que Bergoglio no es un papa legítimo porque ya era un hereje antes de ser inválidamente elegido por un conclave también fraudulento. La Iglesia rechaza el bicefalismo.
 
Los que tengan oído para oír que escuche:
Libro de las Obras Divina de St. Hildegarda:
Entonces hacia el fin, aparecerán dos potencias, como en las dos cabezas, una que va para arriba hacia la salvación, incluso entre angustias y apuros, que es la de Enoch y de Elías. La otra, que tiende en cambio hacia
la perdición rechinando los dientes y a
parentando milagros gloriosos y virtud, que es la del Anticristo De este modo muestran que quienes se encaminan al cielo aplastan a los que corren hacia la seducción diabólica.

Nuestra Señora de la Salette:
Luchad hijos de la luz, vosotros pequeño número... pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia se oscurecerá, el mundo quedará consternado. Pero he ahí ENOC y ELÍAS, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas. Harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo, y condenarán los errores diabólicos del anticristo.
 

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